miércoles, 9 de junio de 2010

Y quí pa?

Viendo el programa "En la mira" de Chilevisión, hicieron un reportaje de la sub-cultura del hampa, con sus valores y trasgresiones totalmente opuestos al status quo occidental al cual estamos adaptados.

Hago partícipe de que el término "sub-cultura del hampa" me parece de lo más ajeno, creado por aquellos que no entienden y como muchos científicos, creen saber porque ven las cosas desde fuera, a través del prisma de la visión de otros. Gracias a Dios que soy humanista.

Volviendo al tema, se mostraba la guerra eterna entre narcos y choros, y me acordé de mi infancia en la población la Legua. De hecho, mi abuelo paterno fué uno de los fundadores de la población, y muchas vivencias de las que salían yo las viví en carne propia.

Crecí con las historias de los choros legendarios, aquellos que eran respetusos de las mujeres y los niños y que defendían a la gente de la población. Ladrones sí, pero decentes.
Mi mamá me contaba que a ella, por ser aplicada en clases, la profesora le encargó enseñar a leer a los entonces pequeños "Reyes" una familia legüina muy conocida, cuyos miembros ahora son famosos lanzas internacionales, narcos algunos e incluso con algunos caídos entre sus filas.

Recuerdo balazos, funerales multitudinarios, el helicóptero de los Carabineros volando tan bajo que hacía volar las latas de las techumbres, los 11 de Septiembre a oscuras, iluminados sólo por la luz de las barricadas, musicalizados por las bombas caseras y los cadenazos a los cables de luz, recuerdo la tibieza del agua de cuneta corriendo por mis piececitos de niño, los cabros más grandes abriendo el grifo frente a mi casa, mientras todos los demás corríamos como locos bajo los arcos de agua hechos por la presión de una hawaiana solidaria en la boca de el chorro. Recuerdo al Lito, el hermano de mi amigo Aldo, que para robarle el Jockey a un descuidado pasajero de micro saltaba con agilidad lagartija desde afuera aprovechando una ventaba abierta.

Si, la vida era dura, pero también recuerdo que conocía a todos mis vecinos casi 5 cuadras alrededor de mi casa, que ellos conocían a mi familia por más de 50 años, que la desgracia de uno era la desgracia de todos, así como que cualquier excusa era buena para celebrar con todo y con todos. Recuerdo años nuevos en la calle, desde el inicio del nuevo año hasta que el sol estaba alto en el cielo, con todos, familiares y vecinos, bailando en las veredas y compartiendo.

Si, ahora vivo mucho más tranquilo en un parque residencial, pero no sé como se llama mi vecina de contiguo y ella no nos ha hablado nunca en 10 años. Es una vida tranquila, en fin.

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